Una exposición de dibujos de un niño con autismo, que encontró en ese arte la mejor manera de expresarse y dar a conocer su forma de ver el mundo, se inauguró en la capital tucumana.
Al acercarse a la exhibición, denominada "La luz de mi vida", que durará hasta el 1 de julio, en la sala Linares del Ente Cultural, (San Martín 251), los espectadores se encontrarán con una selección de trabajos de un niño que pinta desde los tres años y que alcanzó la precisión del más detallista de los dibujantes.
Los primeros dibujos de Oren Domfrocht, de 9 años, partieron de imágenes que había visto en la televisión, un año y medio después de que los médicos le diagnosticaran autismo.
Las perfectas proporciones que había en los personajes que llevaba al papel hizo que sus padres comenzaran a sospechar de su habilidad en el manejo de los crayones, luego los marcadores y finalmente de los lápices.
“Él vio unos muñecos en la tele y luego los representó, iguales, sin volverlos a mirar. El no copia, recuerda”, explicó Manuel Domfrocht, su padre, quien parece sorprenderse de sus propias palabras.
Antes de empezar un trabajo, este niño dibujante apunta sus ojos hacia el cielo, los entrecierra, imagina su obra y la vuelca sin pausa en la hoja en blanco.
Así aparecieron también los animales, sus motivos predilectos, a los que grafica sin dejar nada librado al azar.
A los cinco años, por caso, representó mediante una secuencia de dibujos a un pingüino sacudiéndose, como si intentara secarse, y a los ocho creó una variopinta serie de vacas que parecen fotografiadas.
La pasión por dibujar animales se le presentó hace tiempo, luego de que sus padres lo llevaran por primera vez al zoológico, rito que desde entonces se repite más de una vez al año.
El dibujo se convirtió, entonces, en un canal de comunicación para este niño que, según recuerda su padre, cuando tenía un año y siete meses no lo saludó más, no lo miró más y "hasta había dejado de comer”.
Por aquel entonces, Oren Jair (nombre hebreo que significa “la luz de mi vida”) sólo comía miga de pan y un poco de leche saborizada.
A los tres años, al descubrir sus habilidades con los crayones, empezó a comer manzana, banana y papas fritas de una cadena de comidas rápidas.
A los siete años, cuando sus dibujos ya daban que hablar en San Miguel de Tucumán, agregó a su dieta patitas de pollo de la misma cadena de comidas rápidas y masa de pizza.
La insospechada carrera de este niño prodigio del dibujo no contó ningún profesor de esa materia. Sí hubo maestros y médicos que lo siguieron de cerca y lo ayudaron a crecer.
“Nunca le enseñamos a dibujar, todo lo aprendió solo. Un día, un amigo dibujante nos dijo que nunca le pusiéramos a nadie que le enseñe, porque vio que él lo lograría solo”, recordó su padre.
Y así fue: sus obras evolucionaron en cuanto a los colores, los instrumentos y los trazos y Oren fue perfeccionando su arte.
Para su crecimiento, fueron fundamentales los especialistas que lo trataron y sobre todo su madre, Gabriela Borow, quien se emocionó hasta las lágrimas durante la presentación de la exhibición, y su pequeña hermana Yael.
La importancia y la voluntad de la familia fue lo que destacó, ayer, al participar de la inauguración de la muestra, la ministra Salud de Tucumán, Silvia Rojkés de Temkin.
Por su parte, Diego Tarkowski, el director del instituto San Martín de Porres al que concurre Oren, habló del “hiperrealismo en el que puede vivir un chico con autismo y su necesidad de entrar en el surrealismo de los demás” por medio, por ejemplo, del dibujo.
El momento más emotivo de la jornada se produjo cuando su hermana tomó el micrófono y le dijo frente a los más de 200 espectadores: “Oren, te quiero mucho y vas a ser famoso”.
Oren, todos te queremos mucho y más que ser famoso, te deseamos que seas feliz, junto con tu maravillosa familia.
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