El dueño de Editorial Perfil intenta vincular el kirchnerismo con la dictadura. Esa idea se escuchó en los cacerolazos. El ataque coordinado de las patronales agropecuarias, los medios hegemónicos y algunos sectores políticos.
En la lucha por el sentido, la derrota de los medios hegemónicos se cristalizó con el 54% obtenido por Cristina Kirchner en octubre de 2011. Ante este panorama, los sectores corporativos más conservadores de la Argentina decidieron tomar acción. Como ya no disponen de las Fuerzas Armadas, presionan sobre la economía y fomentan la violencia.
Con Jorge Lanada como estandarte, cierto periodismo radicalizó su propuesta y tiene como fin principal el caos. En su última editorial, Jorge Fontevecchia, dueño de Perfil, empresa que acaba de echar a varios trabajadores, comparó al kirchnerismo con la dictadura; argumento estrella del "doñarrosismo cacerolero" que se hizo presente en las esquinas más paquetas de la zona norte de la Ciudad.
Cabría preguntarse si no se trata de lo que los psicólogos denominan proyección, que, (a grandes rasgos y pidiendo clemencia a la ortodoxia psicoanalítica) implica poner en el otro, lo que está en uno.
Dice Fontevecchia: "Aunque nos duela -porque nos haría bien convencernos de que las aberraciones de la última dictadura las practicaron personas extrañas a nuestras costumbres y que nos tomaron a todos de rehenes, el actuar con determinación militar y luego mentir sobre las acciones son prácticas que comparten el kirchnerismo y la última dictadura".
Son los guionistas del relato opositor, los que con su pluma le prestan al cacerolero de a pie, sus argumentos para las cámaras, cenas familiares, cafés con amigos e intentos de desestabilización.
Es la estrategia coordinada en su estadío de ataque: las patronales campestres retienen granos para desabastecer el mercado de dólares, los medios fogonean; crean paranoia y descontento y algunos sectores políticos agitan el avispero e incluso, envían algunos dirigentes menores al cacerolazo.
Fontevecchia, que suele mostrarse intelectual en sus columnas cuando apela a complejas citas, parece desconocer rasgos básicos de una dictadura. Pero no importa, se trata de darle letra al descontento, de buscar el caos; ese río revuelto donde todos estos "pescadores" buscan su ganancia.
Ponerse a analizar una comparación entre el kichnerismo y la dictadura más sanguinaria de la historia argentina es un sinsentido en el que sólo puede incurrir un pelotudo como Fontevecchia. Preferimos detenernos en el cinismo de este caradura hijo de puta que hoy habla -con total impunidad- de "las aberraciones de la última dictadura"; de la cual él fue cómplice, vocero oficial y oficioso, partícipe necesario y férreo defensor.
Parece que algunos se hartan de la dictadura solamente cuando les conviene.
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