Luis Majul vuelve a hacer de las suyas y a desbocarse: ahora dice que “el gobierno impulsa un Estado policial” y que los funcionarios nacionales se comportan como “los jerarcas de la última dictadura militar”.
Así comienza su columna de ayer en El Cronista: “Para sostener los pilares del modelo el Gobierno impulsa un Estado ‘policial’ que atenta contra las libertades personales y el derecho a informarse con la verdad”.
Según la particular lógica majuliana, “la presidenta Cristina Fernández ya no seduce como antes, y que necesita cada vez más instrumentos de control para disciplinar a los argentinos que empiezan a desconfiar del bienestar económico y los datos que difunden los organismos oficiales”.
Aunque él mismo reconoce que tal despropósito “parece una afirmación retórica o abstracta”, se responde muy suelto de cuerpo que “todos los días surgen nuevas evidencias de esa hipótesis”.
“La última medida policial -dice- implica que desde mañana, cualquier argentino que quiera viajar al exterior a través de una agencia de viajes y obtener dólares para hacerlo, debe cumplir una serie de requisitos y, al final, esperar el veredicto del ‘Gran Hermano’ de la AFIP o la Secretaría de Comercio Interior de Moreno”.
¿Pero qué tiene que ver esto con las “libertades personales” y “el derecho a informarse con la verdad” que proclama Luis? Nada, pero le sirve o, mejor dicho, se sirve de la medida de control (como hace cualquier país del mundo) para disparar contra el gobierno, acusándolo de promover un “Estado policial”.
Se trata, al menos, de una nueva desmesura de Majul; si no, el columnista tendría que leer 1984, de Orwell, para saber qué es realmente un Estado policial. ¿Se puede comparar la antiutopía orweliana con la actual realidad argentina? Ni por asomo.
“Descuento que no es necesario demostrar aquí que casi nadie puede comprar dólares al precio oficial y que la fuga de capitales que se viene registrando desde 2007 hasta ahora, incluidas las dos últimas semanas, es un hecho incontrastable”, dice. Claro, como siempre, Majul descuenta que no tiene necesidad de demostrar nada de lo que aventura.
Por eso, vuelve a sostener -con referencia a lo dicho en su nuevo brulote cambalachero de dólares, discursos, Revolución de Mayo y demás etcéteras-, que “es evidente que Ella prefiere, como los líderes autoritarios y poco apegados a las formas democráticas, un mundo sin periodistas críticos”.
Y aquí radica, a nuestro entender, el problema principal. Majul está convencido que él es un periodista crítico, cuando en realidad, no es más que un pobre pelotudo.
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