La increíble historia de esta mujer que fue despedida luego de someterse a una operación para donarle el órgano que necesitaba su superior. "Es algo doloroso y horrible, me sentí traicionada", explicó la victima.
La pesadilla de esta trabajadora neoyorquina de 47 años, divorciada y madre de dos niños, comenzó el día que su ahora ex jefa, Jackie Brucia, se enfermó. Según relata The New York Post, Debbie Stevens tuvo una conversación informal con su superior a finales de 2009, donde le comentó que necesitaba un trasplante de riñón y que le estaba resultando imposible encontrar un donante.
Stevens decidió ayudarla, e incluso en un momento dado se ofreció a donar su propio riñón si no encontraban un donante a tiempo. En enero de 2011, la empleada recibió la llamada de su jefa, que le había tomado la palabra, y le preguntó si la oferta iba en serio. Debbie le contestó: “Claro que sí”.
La trabajadora sentía reconfortante poder donar su riñón izquierdo para ayudar a mejorar la vida de otra persona. “Era mi jefa, la respetaba y no quería que muriese”, ha explicado Stevens al diario neoyorquino. Sin embargo, su órgano no era compatible con el de Brucia, por lo que los médicos se lo dieron a un paciente de San Luis, Missouri. A cambio, su jefa obtuvo un riñón compatible proveniente de San Francisco.
Pocos meses después de la operación, el pasado mes de agosto, los problemas llegaron con una serie de reclamos inesperados. Debbie Stevens comenzó a sentirse mal. Tenía molestias en las piernas y problemas digestivos que la impedían llevar una vida normal.
Pese a los problemas de salud, la mujer se sintió presionada a volver al trabajo aunque no se encontraba en condiciones. “¿Por qué no estás en el trabajo?, los demás van a pensar que tienes un tratamiento especial”, le reprochó Brucia, su jefa, delante de todos sus compañeros de trabajo.
Poco después, la destinaron a otra sede, a 50 kilómetros de su casa y en un barrio peligroso, lo que varios consideraron un “castigo”. Ante tales presiones, la empleada acudió a un psicólogo. El producto de su tratamiento profesional derivó en una carta a la empresa. La respuesta fue tajante: despedida.
"Decidí convertirme en un donante de riñón para mi jefa, y ella se llevó mi corazón", se quejó Debbie Stevens. "Me siento muy traicionada. Esta ha sido una experiencia muy dolorosa y horrible para mí. Ella tomó mi regalo, lo puso en el suelo y lo pateó", lamentó.
Hay gente que tendría que haber nacido muerta.
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