La participación de los usuarios y la interacción con el medio no es algo novedoso. Tampoco su utilización para crear distintos climas en la opinión pública. La publicación de insultos lisos y llanos, en determinados sitios web, parecen ser su manual de estilo.
La utilización de los comentarios de los lectores en las ediciones on-line de algunos tabloides en función de crear un clima de opinión o de estimular su línea editorial, suele terminar en la publicación de insultos lisos y llanos, cuando no en comentarios de un morbo totalmente reprobable. Y este parece ser el manual de estilo de Perfil.
La participación de los usuarios y la interacción con el medio no es algo novedoso. Tampoco su utilización para crear distintos climas en la opinión pública. Un buen ejemplo es el de los llamados de los oyentes de los programas radiales, que son cuidadosamente seleccionados antes de ser emitidos en función de reforzar lo que se quiera decir. En general se termina conformando un todo coherente entre el locutor y su audiencia, potenciando el mensaje.
Con la muliplicación de las ediciones online, varios diarios adoptaron las funciones que caracterizan a la Web 2.0, permitiendo a sus lectores emitir una breve opinión o comentario. Como todo foro, la participación cuenta con un reglamento para que no se desvirtúe el espíritu del intercambio de ideas.
A simple vista, el sitio del diario Perfil parece tener una política similar a la de otros medios. El primer punto de su reglamento señala que “No está permitido utilizar lenguaje vulgar, obsceno, discriminatorio y/u ofensivo”. Pero así como suelen torcer las reglas de la ética periodística en el ejercicio de la profesión, también ocurre lo mismo con la reglamentación de su foro.
Un caso paradigmático es el del acto que encabezó la Presidenta en El Calafate el miércoles, lo cual es una noticia positiva, ya que anunció medidas que contribuirán al desarrollo de la región. El diario prefirió destacar que la Presidenta festejaría su cumpleaños y el de su hijo.
Expresiones como “la turra empieza a esconderse” o “negra, grasa y pedorra como pocas” para referirse a la Presidenta, quedan incluso fuera de lugar en una acalorada discusión de sobremesa. Sin embargo, las podemos encontrar en la página de un medio nacional, que se autodenomina como un paladín de la libertad de expresión y se victimiza ante cualquier legislación en materia de medios aprobada por amplias mayorías legislativas.
La descalificación constante que hace Perfil del gobierno y toda organización política o persona que lo represente no genera más que una espiral de violencia verbal que se ve reflejada en la postura de sus lectores. La construcción de un objetivo demonizable alimenta el odio y el resentimiento en vez de estimular una discusión que persiga el bien común, en el marco de una sociedad democrática.
En esa misma nota se puede leer un comentario que dice “¡¿CUMPLEAÑOS??? ¡¡¡YO PREFERIRÍA UN ¨FUNERAL¨! ¡¡¡¡DOBLETE!!!” o alguien que desea “ojalá que te pise un tranvía”.
Tal vez la explicación más razonable que se pueda encontrar es que es el resultado del trabajo de alguien como Fontevecchia. Alguien que, en función de sus negocios, nunca tuvo la menor compasión a la hora de dejar en la calle a trabajadores de prensa.
Es lógica pura. A editor que la tiene adentro, correponden lectores que la tienen adentro.
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