Por M. Larrauri y F. Schmalen, para Tiempo Argentino.
En la asunción de su nuevo mandato la presidenta destacó la capacidad de su gobierno para soslayar exitosamente los reiterados ataques especulativos contra el peso promovidos por el capital financiero y los sectores devaluacionistas.
"Que se den por notificados: yo no soy la presidenta de las corporaciones, soy la presidenta de los 40 millones de argentinos”, acentuó Cristina Fernández de Kirchner en la parte más memorable del discurso de asunción de su segundo mandato presidencial y haciendo referencia a las cinco corridas cambiarias que su gobierno sufrió y en las que el Banco Central (BCRA) tuvo que vender casi 16 mil millones de dólares. “Nos querían obligar a devaluar o a fijar las marcas en la cancha”, explicó la presidenta.
Como sostenía el editor de economía de Tiempo Argentino en su columna del 18 de noviembre de este año, hay dos teorías que explican la presión sobre el dólar. Algunos sostienen la hipótesis de la fragilidad macroeconómica que “hace hincapié en que el deterioro progresivo de las condiciones económicas de un país tornan imposible sostener la fijación de los tipos de cambio y que un déficit presupuestario persistente monetizado a través de la inflación hace inevitable y predecible una crisis cambiaria”.
En la asunción de su nuevo mandato la presidenta destacó la capacidad de su gobierno para soslayar exitosamente los reiterados ataques especulativos contra el peso promovidos por el capital financiero y los sectores devaluacionistas.
"Que se den por notificados: yo no soy la presidenta de las corporaciones, soy la presidenta de los 40 millones de argentinos”, acentuó Cristina Fernández de Kirchner en la parte más memorable del discurso de asunción de su segundo mandato presidencial y haciendo referencia a las cinco corridas cambiarias que su gobierno sufrió y en las que el Banco Central (BCRA) tuvo que vender casi 16 mil millones de dólares. “Nos querían obligar a devaluar o a fijar las marcas en la cancha”, explicó la presidenta.
Como sostenía el editor de economía de Tiempo Argentino en su columna del 18 de noviembre de este año, hay dos teorías que explican la presión sobre el dólar. Algunos sostienen la hipótesis de la fragilidad macroeconómica que “hace hincapié en que el deterioro progresivo de las condiciones económicas de un país tornan imposible sostener la fijación de los tipos de cambio y que un déficit presupuestario persistente monetizado a través de la inflación hace inevitable y predecible una crisis cambiaria”.
La otra explicación,y a la que pareció referirse la presidenta, está basada en la gran libertad que poseen los mercados financieros para moverse.
De este modo, haciendo uso y abuso de su poderío económico y su capacidad de influir en el mercado de cambios, grandes grupos inversores logran instalar la idea de la supuesta sobrevaloración de una moneda determinada y, sin restricciones, liberarse de los activos nominados en esa moneda promoviendo la fuga de capitales que transforma la predicción en un hecho y amenaza con el colapso del tipo de cambio.
Sergio Barres, asesor económico e investigador de la Universidad de San Martín, sostiene que los fundamenos de la economía argentina de los últimos ocho años fueron sólidos, por lo que las corridas respondieron más a factores especulativos que a fragilidades macroeconómicas: “El país tiene superávit comercial y fiscal, crecimiento sostenido de la economía, no tiene préstamos del sector externo, hay gran cantidad de reservas y tiene la deuda medianamente prolija y renegociada, de manera que la crisis del sector externo tampoco debería generar un gran impacto”, explica Barres.
Tiempo Argentino determinó, a través de fuentes oficiales, cuáles fueron las cinco corridas bancarias a las que se refirió la presidenta. Todas ellas fueron controladas por la intervención del BCRA a través de su política de flotación administrada del tipo de cambio pero, claro, con diferentes costos.
La primera fue a fines de julio de 2007, durante la caída de los mercados internacionales por la explosión de los bonos subprime en EEUU, muy vinculados a los créditos hipotecarios destinados a acreedores insolventes.
El saldo de entrada y salida de divisas en agosto de 2007, según el informe monetario del BCRA, registró un déficit de 762 millones de dólares. “En general las corridas bancarias surgen de las empresas concentradas del establishment, en el sistema financiero especulativo y ayudado por los medios de comunicación que trasladan la crisis a la población. El sector minorista sale a comprar cuando los medios le dicen ‘guarda que no va a haber más dólares’”, sostiene Barres.
Durante la crisis con el campo en 2008 se produjo la segunda corrida cambiaria en la que no sólo influyó la incertidumbre política y económica sino también el reclamo tácito de los sectores vinculados a la soja de una desvalorización del peso capaz de incrementar la competitividad de su sector.
El Banco Central comunicó en el mes de mayo de ese año que había habido un incremento en la demanda de divisas, no relacionado con la “situación del mercado financiero ni con los fundamentos de la economía”.
Desde el inicio del conflicto, cayeron los depósitos en pesos, aumentaron las colocaciones en dólares y el BCRA vendió aproximadamente 1700 millones de dólares. A partir de junio, el sistema monetario y financiero comenzó a estabilizarse y aumentaron las colocaciones en pesos. De abril a junio de 2008 el déficit en el saldo de entrada y salida de divisas fue de 2734 millones de dólares.
La caída del banco de inversión Lehman Brothers a mediados de septiembre de 2008 fue el puntapié para la tercera corrida, que se combinó en la Argentina con el anuncio de la estatización de las AFJP. La entrada y salida de divisas del BCRA registró un fuerte déficit de 3478 millones de dólares y la cotización del dólar subió casi un 12% entre septiembre y octubre, de $ 3,05 para la venta a $ 3,40.
El 2009, año electoral, comenzó con un gobierno fuertemente debilitado por la crisis con el campo. Las expectativas de devaluación post-elección eran altas y se intensificaron cuando el gobierno anunció el adelanto de los comicios. Según un estudio de ese año del Centro de Economía Regional y Experimental (CERX), el 49% de la población creía que el dólar iba a subir. La mini corrida cambiaria no redundó en un retiro de depósitos pero representó un déficit de 1862 millones de dólares en la compraventa de divisas del BCRA.
Un nuevo período electoral fue el escenario de la última corrida cambiaria que comenzó cerca de las PASO en agosto de este año, y provocó al BCRA una pérdida de 4783 millones de dólares. Según Barres, esta crisis vino especialmente del sector financiero, así como en otra oportunidad el origen fue el sector de los commodities agropecuarias.
El economista de la Unsam también explicó que las multinacionales no suelen iniciar las corridas pero se suman, ya que estas acarrean porcentajes más altos de ganancias. Según su visión, el sector industrial, aunque le interesa un ajuste del tipo de cambio para tornarse más competitivo, no ha sido el generador de estas crisis.
Alan Sibils, economista de la Universidad Sarmiento, sostiene que las medidas de control de cambio que se tomaron para frenar la última corrida fueron parcialmente adecuadas, ya que, aunque efectivas, no van al fondo de la cuestión: “Hay cuestiones estructurales argentinas, como el importante sector inmobiliario, que se maneja en dólares. Habría que trabajar sobre estos mercados internos que operan en divisas sin ninguna justificación, ya que no hay componentes importados en sus servicios. Para que funcionen las medidas cambiarias hay que ver quiénes son los principales operadores, hay que ver las remesas de utilidades de las grandes corporaciones hacia sus casas matrices”, enumeró el economista y coincidió con Barres sobre el papel de los medios de comunicación: “Es difícil determinar si hay una intencionalidad política en los operadores financieros. Donde sí se puede ver esto con más claridad es en la manera en la que informan los medios sobre determinados temas”.
Gabriel Holand, director de HR Global, arriesgó que el problema no es “de índole macroeconómico sino sociológico”, puntualizando que “se escribieron ríos de tinta sobre el problema pero el tema principal detrás de las corridas somos los argentinos, que tenemos la tendencia a pensar que lo de afuera va a ser mejor”.
En esa línea, todos los economistas consultados coincidieron en la necesidad de generar un cambio cultural, fomentar la confianza en la moneda nacional y abandonar el pensamiento dolarizado, imitando a nuestro par brasileño.
Por su parte, Sibilis aseguró que “es difícil saber cuál es la causa y cuál es el efecto de la corrida. Una vez que empieza, todo el mundo sale a comprar dólares. Deberíamos ser un país que opera y cree en su propia moneda. Pero los argentinos tenemos una larga historia de crisis y de corridas del dólar".
Con todo, Holand no acotó la responsabilidad sobre la idiosincrasia y la historia argentina, destacando que aquella “se inscribe dentro del marco de los movimientos de capitales de las grandes corporaciones y bancos a nivel mundial que, como en todo el mundo, trasladan su dinero a dólares para ubicarlo donde les parece más conveniente. Es legítimo que las empresas defiendan sus intereses. El problema es que los ciudadanos defendamos lo nuestro, y para eso tiene que intervenir el Estado poniendo un límite".
Para el director de HR Global, la política del gobierno “fue la de espantar al ladrón de gallinas con dudoso impacto en el mercado financiero”. Aseguró que habría que actuar más decididamente “sobre las remesas de utilidades y las regalías mineras y petroleras” y explicó que lo más destacado de la política monetaria es que “fue lo mejor que se pudo hacer y, de hecho, dio resultados apuntalada por la avalancha del 54% de los votos”.
Las condiciones macroeconómicas y políticas para avanzar y acorralar estos intentos están garantizadas.
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