Para el titular del radicalismo de Concepción del Uruguay, es perfectamente válido comparar a Cristina con Hitler, porque "ambos ganaron por mucho".
La desmesura que se vive en los microclimas que fueron marginados electoralmente por la población, es un círculo que se retroalimenta y escala en insusltos y agravios tanto como se aleja de la realidad como referencia.
Alimentado por el odio constante de los monopolios comunicacionales, durante una reunión partidaria para, "analizar la derrota" y la bancarrota electoral, Juan Carlos Aguirre, Presidente del Comité Radical de Concepción del Uruguay, una importante ciudad entrerriana que limita con la República del Uruguay, comparó abiertamente al kirchnerismo con el nazismo y a Cristina Kirchner con Adolf Hitler.
De acuerdo al sitio Babel Digital, Aguirre sostuvo que “el hecho de ganar una elección es un hecho electoral, pero lo fundamental es el respeto a las normas y al sistema. Hitler, en su primera presentación ganó por amplio margen y mirá después en lo que se terminó”.
Lejos de representar un hecho aislado, las declaraciones de Aguirre son parte de un entramado ideológico donde ciertos dirigentes se consideran la encarnación de las normas y del sistema, amenazado por las mayorías electorales, las elecciones limpias y el propio funcionamiento de la democracia. Por supuesto, que tamaño disparate bordea más una problemática del campo de la psicología que de la ciencias políticas, pero llama la atención la falta de decoro y hasta el entusiasmo por el salvajismo y la ignorancia, y la falta de reacción de la dirigencia política -en este caso, de la UCR- para aislar, en vez de llevarlos como autoridad partidaria, a quienes banalizan el Holocausto, desprecian al pueblo argentino e insultan sus instituciones.
Aguirre fue consultado por Radio Arenas de esa ciudad y reiteró, con liviandad, la misma cloaca verbal. En tono campechano, como quien no se entera de la demasía que está balbuceando, interrumpió al entrevistador que intentaba explicarle que no vivimos en una dictadura (¡sí, esas cosas hay que explicarles!) para decirle que "¿Querés que te recuerde por cuánto ganó (Adolf) Hitler cuando se presentó a las elecciones? Y mirá como terminó”.
Aguirre probablemente -concedámosle esa licencia- sea profundamente ignorante y no sepa que el dictador alemán terminó suicidándose al cabo de una guerra que costó millones de víctimas, pero aún siendo profundamente ignorante es difícil comprender cuál laberinto de odio lo lleva a ese punto de comparación.
Posteriormente y para dejar en claro su pensamiento retorcido (y desmentir la premisa de que no sabía lo que decía), abundó: “El hecho de ganar una elección es un hecho electoral, pero lo fundamental es el respeto a las normas y al sistema. Hitler en su primera presentación ganó por amplio margen y mirá después en lo que se terminó. Miremos la historia que nos tiene que servir para darnos esos malos ejemplos y que nosotros seamos tolerantes y respetuosos de la minoría”.
Aunque dijo creer en la democracia, se manifestó preocupado por cómo vota la gente, dado que, según Aguirre el voto de la gente le dio un poder “hegemónico al oficialismo como nunca lo tuvo”.
La catarata de boludeces que dijo Aguirre no terminó ahí. Siguiendo un encadenamiento lógico -aunque perdiendo la realidad como eje de su análisis- denunció también que “no hay vigencia de un Estado de Derecho”.
“No tenemos vigencia de un Estado de derecho por el cual yo estoy peleando hace años. No me preocupa perder elecciones, lo que me preocupa es que no pueda vivir en una plena democracia como soñaba en la década del ´80 cuando comencé a militar”.
Sin embargo, la parte más compleja de comprender, desde el punto de vista psicológico, es cuando, además de creerse la encarnación de las normas y el sistema, también se considera la encarnación del respeto y la tolerancia "a las minorías".
Esta modalidad -retorcida y peligrosa- de pensamiento, no por marginal debe pasar indiferente. Es justamente el fundamento psicológico por el cual se instigó la proscripción, el asesinato y los golpes de estado. Las bombas arrojadas en plaza de mayo sobre civiles en el 55 se hicieron en nombre de la defensa de Jesucristo, el posterior golpe de estado se hizo en nombre de la democracia, la proscripción de las mayorías en nombre de la madurez del pueblo argentino y así sucesivamente.
Ciertamente no hay elementos objetivos para que este pensamiento antidemocráctico, reaccionario y enfermo, pueda llevar adelante sus fantasías. El proceso de institucionalización de los conflictos sociales está enormemente avanzado desde el 83 a la fecha, y buena parte de ese logro de todos se lo debemos a la Unión Cívica Radical.
Son justamente los radicales quienes debieran salir a repudiar con solvencia este tipo de idioteces que hacen más difícil que los más jóvenes comprendan que el radicalismo no es solamente ni fue solamente esto.
Si estimado lector. Es verdad aunque usted no lo crea: ¡¡¡HAY UN RADICAL MAS PELOTUDO QUE ALFONSINITO!!!
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