Macri dijo no saber a qué candidato a presidente apoyará y que no supo medir el “nivel de conflictividad” de Palacios. Una alumna boliviana le marcó que se sintió discriminada por sus dichos sobre “la inmigración descontrolada” y él insistió: “No me arrepiento”.
–Si perdemos, qué sé yo...
Muy distendido, Mauricio Macri respondió ayer las preguntas de los estudiantes de periodismo de la Universidad de Palermo, en un coqueto auditorio.
Con cierta habilidad para no responder las preguntas complicadas y explayarse en las amigables, el jefe de Gobierno chocó con una estudiante boliviana, que le dijo sentirse discriminada por sus declaraciones sobre la “inmigración descontrolada”. “De lo que dije no me arrepiento”, le contestó Macri. “En esta Argentina descontrolada, donde el Estado está ausente, entra el que quiere, como quiere. De la mano de gente que viene a trabajar, ha venido también el narcotráfico”, sentenció el candidato de PRO, como en sus mejores épocas del Parque Indoamericano.
Por el tránsito, Macri llegó veinte minutos tarde a la universidad, donde lo esperaba el director de la carrera de Periodismo de la UP, Pablo Mendelevich, que coordinó la charla. El jefe de Gobierno se abrió paso entre dos payasos que le gritaban con acento francés: “¡Te queremos, Mauri!”. Atravesó los molinetes de la planta baja, subió hasta el salón de actos y se acomodó frente a los cortinados azules.
Para el calentamiento, Macri contestó las preguntas de Mendelevich sobre el armado nacional.
–En Salta vamos con Olmedo...- dijo Macri
–Hay cosas peores– lo interrumpió el director de la carrera.
–Que tire la primera piedra el que esté libre de pecados. –¿Puedo entender que te bajaste porque no lograste armar en el interior?
–Sí, podés entender eso– casi susurró Macri.
–¿Vas a apoyar a algún candidato a presidente?
–Con todo el tiempo del mundo, voy a hablar con cada candidato a ver qué le puede ofrecer a la ciudad.
–¿Tu mayor error fue Palacios?
–¡Ya sabía! No percibí el nivel de conflictividad. Palacios tenía muchos enemigos. Me metí en una guerra.
Luego vino la primera ronda de preguntas de los estudiantes. Uno quiso saber si el rabino Sergio Bergman le cuestionó la designación de Jorge Palacios en la Policía Metropolitana. “No, él tiene respeto por el Fino Palacios”, retrucó Macri. Otro le preguntó por el trabajo insalubre de los cartoneros: “Es un tema tremendo. Son bastante anárquicos, pero hemos avanzado bastante. Casi la mitad están regularizados”, dijo Macri.
Carla, una estudiante morocha, lo atajó con una pregunta inesperada: “Yo soy boliviana. Me sentí discriminada cuando dijo lo de la inmigración descontrolada”. “Qué raro, porque somos el gobierno que más trabajó por la diversidad”, le contestó Macri. “De lo que dije no me arrepiento: la inmigración es descontrolada. Ni en Bolivia pasa esto”, siguió.
Otro le preguntó por qué exigían DNI a los alumnos extranjeros para recibir la netbook. “Tienen que estar identificados”, dijo Macri.
“¿Qué puntaje le pondría al gobierno nacional?”, le preguntó otro estudiante. “No tengo una buena opinión. Concentrémonos más en la ciudad. Estaría bueno”, los retó Macri. “¡No le puso puntaje!”, se quejaron desde el fondo. “Siete dividido épsilon”, respondió Macri, que a su propia gestión le puso un “trece, para que con el uno que me ponen los opositores, dé promedio siete”.
Macri sonreía con las preguntas amigables, hasta que del fondo le vino un maremoto de interrogantes. “¿A qué candidato a presidente va a apoyar? ¿Con cuál no iría nunca? ¿Qué opina de la alianza Francisco de Narváez y Ricardo Alfonsín?”, soltó un estudiante de barbita, remera negra y camisa a cuadros. “Son tres por la negativa. Paso, paso, paso”, se escabulló Macri, ma non troppo:
–¡Contestá aunque sea una! –le pidió Mendelevich.
–No me aliaría con Proyecto Sur. Tienen una visión muy antigua.
–¿O sea que te sentís más cerca de Filmus? –lo toreó el director.
–Digamos... No, igual. Me quedo más con la ética de Pino Solanas.
Otro estudiante, que además era docente porteño, lo acorraló con un reclamo gremial: “En la última campaña le pregunté si iba a blanquear los salarios, ¿por qué en cuatro años no lo hizo?”. “A los docentes los hemos regularizado, lo mismo que a los médicos...” “A los docentes seguro que no, porque lo vivo en carne propia”, le reclamó.
“Yo vivo cerca del gimnasio de Villa Urquiza que se derrumbó. ¿Hoy podría prometer que no volverá a pasar?”, le preguntó otro estudiante, de pelo corto, sombra de barba y pullover gris. Macri le volvió a echar la culpa al ingeniero, dijo que no se podía llegar “si la sociedad sigue en el chanterío. Tenemos un regimiento de infractores seriales”. No hubo promesas, por supuesto.
Otro estudiante le cuestionó que repitiera a través del tiempo en la TV una historia sobre dos vecinos, Cacho y María, como si acabara de ocurrir. “Ves demasiado 6-7-8. Yo nunca lo vi y estoy tranquilo”.
Para culminar, Mendelevich le propuso un debate con Filmus y Solanas en la universidad y Macri se negó. El director finalizó, entonces, con un “Chicos, voten a Filmus”.
Si estimado lector. Si querida lectora. Esto sucedió. No es un cuento, no es el libreto de una obra de ficción. Esto que acaba de leer pasó de verdad y fue la participación de Mauricio Macri en una charla para los alumnos de la Universidad de Palermo... aunque ni usted ni nosotros lo podamos creer.
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