Casi felicita por las sugerencias que semanalmente le viene haciendo a Raúl Alfonsín. Sobre todo, el columnista de De Narváez ve con buenos ojos lo que para la mayoría resulta despreciable: pactar con Dios y con el diablo con tal de alcanzar un objetivo.
"Ricardo Alfonsín, en silencio, está haciendo los deberes para tratar de llegar a la segunda vuelta y arrebatarle el poder al kirchnerismo", afirma en su columna de ayer Luis Majul, en El Cronista. "Su intento de dejar el cigarrillo es apenas uno de los detalles que lo muestran en carrera", vuelve a insistir con el tema tabacal el amigo y empleado de Francisco de Narváez, justamente el precandidato bonaerense con quien el radical "hace los deberes".
Majul está contento, porque siente que él le mandó a hacer los deberes que Alfonsín hijo ahora hace: llegar a un acuerdo con De Narváez cueste lo que cueste, aún la ruptura con la otrora radical y ahora líder del GEN, Margarita Stolbizer. Incluso pactar con Mauricio Macri en la Ciudad, donde estaría dispuesto a "sacrificar" a la propia candidata de la UCR por ese distrito.
Especialmente ahora, que el santafesino Hermes Binner -otro de sus potenciales aliados a nivel nacional- no pondría mayores reparos en que, con tal de llegar a una hipotética segunda vuelta, el radicalismo pacte con uno y otro en provincia y capital.
Lo importante, para Majul, es "la fuerte vocación de poder que acaba de demostrar al defender su alianza con Francisco De Narváez en la provincia de Buenos Aires y dejar la puerta abierta para un acuerdo con Mauricio Macri", dice, aunque va más lejos: "incluso con Eduardo Duhalde, si las encuestas le demostraran que tiene que hacer eso para conseguir más votos".
Para conseguirlos, Alfonsín se muestra "como un dirigente pragmático y sin pruritos ideológicos", asegura Majul, lo que le parece bien; es decir, alguien capaz de pactar con Dios y con el diablo si eso le permite alcanzar el "número mágico" del 35 por ciento, aventura el columnista, que le serviría para apuntar a la segunda vuelta.
Lo que para cualquier ser humano es más o menos despreciable (pactar con quien sea con tal de conseguir un objertivo personal), Majul lo halaga.
Y Majul da más pruebas de ello: al parecer, quienes conocen a Alfonsín "saben que le gustaría tener a Roberto Lavagna entre las estrellas de su equipo. Como ministro de Economía, como canciller e incluso como jefe de Gabinete", afirma.
Entre los tips de campaña que le sugieren a Alfonsín sus asesores de vestuario y de oratoria, Majul (que se las sabe todas) publica: "Le pidieron que deje de decir que usa las corbatas y los trajes de su padre, el ex presidente Raúl Alfonsín. Le explicaron que siempre es mejor dar una imagen presidencial que la de una persona desalineada. Le plantearon que, a partir de este momento, tiene que empezar a hacer un curso acelerado de comunicación política. (...) Alguien, muy cerca de él, le sugirió, incluso, que se sentara a tomar otro café con Marcelo Tinelli. No para afiliarlo a la Unión Cívica Radical (UCR). Solo para intentar seducirlo y de paso evitar que su eventual imitación en Gran Cuñado no sea como la de Elisa Carrió o el vicepresidente Julio Cobos, para citar dos de los casos que quedaron peor parados".
Confirmado: si los boludos volaran, Majul sería Jorge Newbery.
Majul está contento, porque siente que él le mandó a hacer los deberes que Alfonsín hijo ahora hace: llegar a un acuerdo con De Narváez cueste lo que cueste, aún la ruptura con la otrora radical y ahora líder del GEN, Margarita Stolbizer. Incluso pactar con Mauricio Macri en la Ciudad, donde estaría dispuesto a "sacrificar" a la propia candidata de la UCR por ese distrito.
Especialmente ahora, que el santafesino Hermes Binner -otro de sus potenciales aliados a nivel nacional- no pondría mayores reparos en que, con tal de llegar a una hipotética segunda vuelta, el radicalismo pacte con uno y otro en provincia y capital.
Lo importante, para Majul, es "la fuerte vocación de poder que acaba de demostrar al defender su alianza con Francisco De Narváez en la provincia de Buenos Aires y dejar la puerta abierta para un acuerdo con Mauricio Macri", dice, aunque va más lejos: "incluso con Eduardo Duhalde, si las encuestas le demostraran que tiene que hacer eso para conseguir más votos".
Para conseguirlos, Alfonsín se muestra "como un dirigente pragmático y sin pruritos ideológicos", asegura Majul, lo que le parece bien; es decir, alguien capaz de pactar con Dios y con el diablo si eso le permite alcanzar el "número mágico" del 35 por ciento, aventura el columnista, que le serviría para apuntar a la segunda vuelta.
Lo que para cualquier ser humano es más o menos despreciable (pactar con quien sea con tal de conseguir un objertivo personal), Majul lo halaga.
Y Majul da más pruebas de ello: al parecer, quienes conocen a Alfonsín "saben que le gustaría tener a Roberto Lavagna entre las estrellas de su equipo. Como ministro de Economía, como canciller e incluso como jefe de Gabinete", afirma.
Entre los tips de campaña que le sugieren a Alfonsín sus asesores de vestuario y de oratoria, Majul (que se las sabe todas) publica: "Le pidieron que deje de decir que usa las corbatas y los trajes de su padre, el ex presidente Raúl Alfonsín. Le explicaron que siempre es mejor dar una imagen presidencial que la de una persona desalineada. Le plantearon que, a partir de este momento, tiene que empezar a hacer un curso acelerado de comunicación política. (...) Alguien, muy cerca de él, le sugirió, incluso, que se sentara a tomar otro café con Marcelo Tinelli. No para afiliarlo a la Unión Cívica Radical (UCR). Solo para intentar seducirlo y de paso evitar que su eventual imitación en Gran Cuñado no sea como la de Elisa Carrió o el vicepresidente Julio Cobos, para citar dos de los casos que quedaron peor parados".
Confirmado: si los boludos volaran, Majul sería Jorge Newbery.
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