El ex líder de Soda Stéreo y uno de los artistas más importantes del rock argentino, falleció ayer a los 55 años en la clínica Alcla. Estaba internado desde hace cuatro años. Está siendo velado en la Legislatura porteña.
El influyente cantautor y músico Gustavo Cerati, que permanecía en estado de coma desde mayo de 2010 a causa de un accidente cerebro vascular, falleció por un paro respiratorio, según confirmó Gustavo Barbalace, el director médico de la clínica Alcla donde estaba internado.
Los restos de Cerati, de 55 años, son velados desde ayer a las 21 en la Legislatura porteña, según informaron fuentes de este cuerpo legislativo.
Con el deceso de Gustavo Cerati el rock argentino pierde a un artista exquisito que tanto como motor del grupo Soda Stéreo como en su faz solista, fue capaz de exportar esas melodías por buena parte del mundo.
Cultor de unos “raros peinados nuevos” bajo los que gestó un pop-rock renovado dentro de la pionera escena argentina, Cerati impulsó -a partir de los 80- una movida musical y estética que estalló a nivel local y también alcanzó una imponente repercusión internacional.
Cerati integra junto con Fito Paez y Andrés Calamaro, el trío más destacado de la generación del '80 que renovó al rock argentino y a los que habría que agregar a Luca Prodan y a Federico Moura.
Refinado como guitarrista, autor y cantante, este porteño nacido el 11 de agosto de 1959 dotó de una impronta propia a la rica tradición rockera argentina y logró tender un fecundo puente entre esa historia y los nuevos oídos atentos a las nuevas movidas globales.
Aunque sus comienzos en la música tuvieron que ver con una banda titulada Sauvage que compartía con dos muchachas inglesas y que implicaba un hobby a la vez que estudiaba publicidad en la Universidad de El Salvador, Gustavo le cambió el sentido a la actitud de “tomárselo con Soda”.
En principio junto a su compañero de facultad Zeta Bosio y luego sumando al baterista Charly Alberti, se fue gestando Soda Stéreo, un terceto nacido como heredero directo de la new wave que entonces cultivaban The Police y Television.
Aunque los orígenes del proyecto remitieron al punk-rock, el reggae y el ska, el soporte pop fue la plataforma de lanzamiento de un grupo que logró incorporarse a la escena local gracias a la ventana abierta por Charly García con su “Clics Modernos”.
La permitida “alegría bailable” que acompañó el fin de la dictadura fue un ámbito ideal para consagrar a álbumes como “Soda Stéreo” (1984) y “Nada personal” (1985), donde descollaron la ironía y la voz de Gustavo.
Hacia 1986 y antes de la edición del magnífico “Signos”, el terceto inició un periplo latinoamericano que un año después alcanzó una estatura notable con 22 presentaciones en 17 ciudades de siete países, donde fue aplaudido por unos 200.000 espectadores.
Con esa gira plasmada en el disco "Ruido Blanco", el trío forjó la sodamanía que atravesó a la región y que le otorgó rango de semidioses en gigantescos mercados como el mexicano, donde la influencia de la banda perdura hasta nuestros días.
Lejos de atarse a la fórmula conocida y exitosa y bajo la inquieta batuta de Cerati, Soda amplió las fronteras del pop y se metió de llenó en el funky blanco con el disco “Doble Vida” (1988), que produjo Carlos Alomar.
Este disco los llevó a una nueva, larga y exitosa gira por toda América, pero además contenía el himno "En la ciudad de la furia" y otros clásicos del grupo, etapa que concluyó con una versión más latina del grupo que se plasmó en el maxi "Languis" que contenía la canción "Mundo de quimeras", en el que incluyeron un bandoneón.
Fiel a su espíritu ecléctico, Soda Stereo volvió a producir un disco vanguardista con el rockero "Canción animal” (1990), en el que se notaba la influencia de artistas nacionales como Luis Alberto Spinetta, Pescado Rabioso, Vox Dei y Manal, entre otros.
Precisamente en la gira por ese disco, Cerati por primera vez se animó a mirar al rock argentino de los '60 y '70 con la spinettiana "Tres para tres", dedicada a su padre Juan José Cerati, que moriría un par de años después.
El disco, además, contenía el hitazo "De música ligera" y el hipnótico "Sueles dejarme solo", adoptado como himno por las nuevas generaciones de darks argentinos.
El 14 de diciembre de 1991 plasmó el crecimiento de su impacto al reunir a 250.000 personas en la 9 de Julio, pero ese hito tampoco menguó la decisión de seguir andando y experimentando, tanto en conjunto como en solitario.
Al empezar los años 90 Cerati ya miraba lo que sucedía en Gran Bretaña y fue el primero en incluir el sonido de la movida de Manchester en el maxi "Rex Mix" que tenía la inédita "No necesito verte".
El año 92 lo vio embarcado en su primera aventura fuera de Soda Stereo, el disco "Colores Santos" junto a su amigo Daniel Melero, en el que se metían en el tecno pop de lleno.
Pero ese mismo año Soda editó "Dynamo", el disco que sentó las bases de lo que luego se conocería como “rock sónico”, y que le abriría las puertas a una nueva camada de grupos locales.
"Dynamo" tenía marcadas influencias de Pixies, Sonic Youth, My Bloody Valentine y Ride, y de la mano de ese sonido Cerati invitó a grupos como Babasónicos, Martes Menta, Los Brujos y Tía Newton a telonear a Soda en sus presentaciones en Obras.
Por esos años se enamoró de la hermosa chilena Cecilia Amenabar, con quien se casó y al lado de quien grabó "Amor Amarillo", su primer disco solista que incluyó una notable versión de "Bajan", el clásico de Luis Alberto Spinetta. Juntos tuvieron dos hijos, Lisa y Benito.
Después de un tiempo separados, los Soda volvieron a reunirse para grabar "Sueño Stereo", un disco que mostraba los diferentes estilos que cultivaban sus tres miembros.
La banda se embarcó en nueva gira, que se selló con "Comfort y música para volar" grabado para MTV que incluía sobrantes de "Sueño Stereo" y un fragmento de "Cementerio Club" de Spinetta, aunque en el DVD se puede escuchar a la banda tocando "Genesis" de Vox Dei.
La sonada separación del trío en 1997 -tras unos inolvidables conciertos en el estadio de River en donde inmortalizó su devolución de gentileza a los fans con la frase “gracias totales”- le permitió continuar abonando un tránsito en solitario que plasmó en el notable “Bocanada” (1999) y la banda de sonido de la película “+ Bien” (2001).
También en 2001 dio forma a un audaz trabajo capaz de que su rock pueda leerse a través de “11 episodios sinfónicos” con que llegó hasta el Teatro Colón.
Allí, con una orquesta dirigida por Alejandro Terán, Cerati le dio aires sinfónicos a canciones propias y clásicos de Soda Stereo, al que sucedió el electrónico "Siempre es hoy".
El suceso de “Ahí vamos” (2006) le permitió girar por México, Latinoamérica, ciudades de Estados Unidos y de Europa hasta incluso debutar en Londres, además de obtener premios como el Grammy Latino y el Gardel.
Pese a este sólido paso solista, accedió a resucitar a Soda Stéreo a una década de la separación, lo que le permitió a la banda disfrutar de una masividad coronada por la inigualada marca de llenar cinco conciertos en River y editar unos olvidables álbumes titulados “Me verás volver”.
Lo efímero del regreso que habían anunciado los tres hacedores se concretó puntualmente y Cerati siguió en su propio sendero que se corporizó de manera atractiva con “Fuerza natural” (2009).
En mayo de 2010 luego de un concierto en Caracas, Cerati sufrió una isquemia cerebral que motivó su internación y que se agravó un día después con un accidente cerebrovascular.
Luego de permanecer internado durante un par de semanas en Venezuela, Cerati fue traslado en avión hasta Buenos Aires y alojado en el Instituto Fleni, uno de los más prestigiosos del mundo para tratar este tipo de afecciones.
Y fue en el Fleni donde se le realizaron exámenes más exhaustivos que arrojaron un resultado devastador: había sufrido un extenso daño cerebral y desde su internación solo registró pequeños avances.
La solidaridad de artistas y fans que produjo el ACV sufrido por Cerati puso en evidencia que el músico tuvo una vida dedicada a demostrar que el rock en español podía ser un inspirado fenómeno capaz de conmover a Iberoamérica.